Por: Daniela Orozco, Gerente de Industria Extractiva
En lo que llevamos de junio, he tenido la oportunidad de visitar Jericó, Antioquia y Sotaquirá, Boyacá, dos lugares muy bellos, con paisajes hermosos, aire limpio, naturaleza, amaneceres y atardeceres que valen la pena contemplar en silencio. Mientras mis amigas y yo estábamos en una caminata rumbo a una cascada en Sotaquirá, era evidente que cada vez más personas estaban atraídas a contemplar la riqueza natural de este bello país; no sólo nos topamos con varios turistas y ciclistas que se dirigían a la cascada, sino con empaques de cerveza, envolturas de dulces y paquetes, tirados con descuido en el agua y en varias partes de la montaña.
Además de mi indignación inicial, esta situación me hizo pensar en Jericó, un municipio en el suroeste antioqueño con un clima muy agradable, tranquilo, gente cálida y diferentes planes ecoturísticos similares, que está experimentando una explosión turística considerable. Y aunque durante mi estancia allá no vi basura en el paisaje o en las calles, sí noté, por ejemplo, la cantidad de plástico, pitillos, platos y vasos desechables que los restaurantes y comercios que atienden la oferta turística utilizaban de forma constante. Me pregunto cuánta basura se puede generar en un fin de semana de puente en Jericó. ¿Harán una disposición de residuos de forma consciente buscando aprovechar a los que pueda dárseles un segundo uso? ¿Reciclarán los plásticos y cartones, para reducir el impacto del nivel de desechos que pueden generarse en un fin de semana de mucha concurrencia turística?
Se preguntarán por qué yo, Daniela, quien trabaja con empresas minero-energéticas me hago estas preguntas ¿Acaso tengo la autoridad moral para cuestionarme por nuestra consciencia ambiental cuando mis ingresos dependen en gran parte de una industria que es señalada por su impacto ambiental? En primer lugar, cabe aclarar que, contrario a lo que muchos señalan, la industria extractiva no es la más contaminante. Por ejemplo, según datos del IDEAM en el Inventario Nacional y Departamental de Gases de Efecto Invernadero, el sector minero-energético (10%) se encuentra en cuarto lugar en lo que se refiere a su participación en emisiones de Gases de Efecto Invernadero, después del sector forestal (36%); agropecuario (26%); y transporte (11%). Así mismo, en lo que se refiere al consumo de agua, la industria que mayor demanda hídrica tiene es el sector agrícola, con una participación del 46,6%, según reporta el Sistema de Información Ambiental de Colombia.
En segundo lugar, creo conveniente evidenciar al menos el impacto que tenemos como individuos en este planeta. De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo, un latinoamericano genera en promedio 0.63 kg de basura –o Residuos Sólidos Domiciliarios— al día. Es decir, si viviera una vida promedio de 75 años, habría generado a lo largo de su vida 17.2 toneladas de residuos. Y traigo esto a colación porque no puedo evitar pensar en estos datos cuando veo en Jericó, así como en muchos municipios y ciudades de Colombia, mensajes como “Sí al agua, sí a la vida”, una consigna bastante común de los movimientos que se oponen a las operaciones de la industria minero- energética. Y aunque las personas están en todo su derecho de tener estas preocupaciones y temores, y exigir activamente a las empresas el cuidado del ambiente y los recursos naturales, creo firmemente que muchas veces nos olvidamos de nuestra responsabilidad como individuos: actuar en coherencia con nuestras demandas.
Así como exigimos el cuidado del ambiente a otros actores, debemos empezar por nosotros mismos. Y seguramente me dirán que las proporciones no son las mismas, y que el impacto del turismo no es comparable con el de una gran empresa minera o petrolera, y seguramente no lo es. Pero mi objetivo aquí es que reflexionemos, no sólo porque de bolsa en bolsa se puede contaminar un río, sino porque resulta más fácil delegar nuestra responsabilidad como ciudadanos “es que las empresas tienen que cuidar el medio ambiente… es que el gobierno no hace nada por el medio ambiente…”. ¿Pero en dónde queda lo que yo debo hacer para cuidar el entono en el que vivo? ¿Qué puedo hacer yo para disminuir el casi kilo de basura diaria que genero simplemente por existir? No sólo basta con exigirle a otros que lo hagan. Tenemos que dejar de escudarnos en el gobierno, las empresas e incluso los vecinos para hacer un trabajo que debe empezar por nosotros mismos. Y lo anterior no sólo se aplica a los temas ambientales. Es hora de reconocer que ser ciudadanos conscientes no sólo implica hacer un trino ingenioso, protestar, o exigir al gobierno o a las empresas. Dejemos de tomar el camino fácil y asumamos nuestras responsabilidades como individuos, porque desde aquí es desde donde debería partir todo.