Autor: Juan Sebastian Henao – Director de Gestión del Conocimiento
Fotografía: Omar Rondón – @soemerida
Es hora de empezar a pensar el fenómeno migratorio en Colombia como algo más que una crisis. Las crisis denotan algo transitorio, donde una vez se supere la contingencia con medidas de choque, todo se va a solucionar. Al fin de cuentas, es como si se pensara que los migrantes no están para quedarse, que una vez se produzca un cambio de gobierno en Venezuela todos los migrantes van a volver a su país y la “crisis” será superada. Las acciones del gobierno y de parte de la cooperación internacional parecieran orientarse a generar la capacidad de aguantar, como en una lucha de boxeo, para no caer en la lona y así mantenernos en píe el mayor tiempo posible.
Las imágenes vienen de todos lados. Desde el presidente colombiano anunciando partidas presupuestales extraordinarias hasta candidatos a las alcaldías esperando que “los migrantes puedan volver a su país”. La encuesta del Proyecto Migración Venezuela, financiado por USAID, y desarrollada en alianza con JA&A, muestra que al menos el 37% de los migrantes encuestados no planean volver a Venezuela y del 55% que si planea hacerlo, el 81% manifiesta que lo hará cuando las cosas mejoren. Pero ¿la situación será mejor solo con el cambio de gobierno? Lo dudo mucho, pero démosle el beneficio de la duda. Asumiendo que tenemos 1’500.000 migrantes en el país, al menos 600.000 personas no planean volver a Venezuela. Igual sigue siendo una cifra importante, sobre todo, si le sumamos los procesos de reunificación familiar que se vienen presentando y la salida de personas del país vecino que aún no cesa.
No tenemos que ejercitarnos para un combate corto y superar los asaltos del fenómeno, necesitamos de un entrenamiento duro para enfrentar un triatlón. También es importante que podamos aprender de experiencias del pasado, de esas experiencias que tenemos en Colombia y que parece que nadie quiere tomarse en serio. Nos quedamos enunciando, como un mantra, el lugar común de que “esta es una crisis migratoria sin precedentes en la historia de Colombia”.
A pesar de las recomendaciones de los expertos, del informe del Banco Mundial del año pasado, pareciese como si en Colombia no hubiéramos aprendido nada al atender la movilidad humana en graves situaciones de vulnerabilidad, con las víctimas del conflicto. Que si bien guardan profundas diferencias con los migrantes de Venezuela, tenemos muchos aprendizajes y sobre todo muchas lecciones aprendidas en generación de capacidades, asistencia humanitaria, y demás aspectos a tener en cuenta al trabajar con población migrante.
La migración es desde una perspectiva de integración social
El enfoque con el cual deberíamos afrontar la migración es desde una perspectiva de integración social, cultural y económica. Es un enfoque en donde más que programas asistencialistas que se conviertan en círculos viciosos, es poder generar oportunidades a los migrantes y que puedan hacer parte activa del desarrollo del país.
También es importante generar un enfoque psicosocial para relacionarse con los migrantes. Al escucharlos, recuerdo los imaginarios colectivos del buen migrante colombiano de los años 90. Es trabajador, honrado, decente y que si pudiera, retornaría. Contrario a otros migrantes que no son “útiles” y solo vienen a hacer daño al país que los recibe. Transformar los imaginarios de la institucionalidad, los migrantes y los colombianos, tomando una perspectiva de largo aliento, será un esfuerzo monumental que llevará a que puedan aportar al país más allá de lo que nos imaginamos. Desde condiciones macroeconómicas, el reencuentro para construir una narrativa nacional y dejar de vernos el ombligo y creernos el centro del mundo.
A pesar de los muchos problemas que tenemos, es la hora de salir adelante, integrar a los migrantes y pensar en una historia compartida; porque seguro, la migración llegó para quedarse y va a alterar nuestra historia como nación en las próximas décadas. Aunque el futuro es impredecible y difícilmente moldeable a nuestros antojos, de las decisiones que acertemos a hacer en el presente, dependen las posibilidades de catalizar un mejor porvenir.